La contienda interna de Morena llega a su fin la tarde de este miércoles 6 de septiembre, después de dos meses de giras promocionales por el territorio nacional y el levantamiento de 12 mil 500 encuestas que determinarán a la persona encargada de conducir la coalición oficialista.

Primera renovación

El partido del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador fue fundado en 2012, bajo la propuesta de ser una herramienta electoral que actuara bajo los principios de un “partido movimiento”, como es el caso del Movimiento Al Socialismo en Bolivia.

Estos partidos se caracterizan por encauzar las demandas sociales y agrupar diferentes espectros políticos en torno a la figura de un liderazgo electoral que permita acceder a la Presidencia.

Desde el comienzo de la vida política de muchos de los actores que hoy son claves para el gobierno, Andrés Manuel López Obrador fue el responsable de encaminar y dirigir el movimiento que consiguió hacerse con la Presidencia de la República en 2018.

López Obrador fue el líder indiscutible de la oposición desde el año 2000, cuando Cuauhtémoc Cárdenas perdió su tercera contienda presidencial, y se hizo con el relevo de la dirigencia del entonces PRD, que para ese momento ya veía en Andrés el referente necesario para la nueva etapa.

Fue el propio Andrés Manuel López Obrador quien se encargó de acercar a las juventudes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la huelga de 1988, como Claudia Sheinbaum y Hugo López-Gatell, entre otros, a la política partidista, y quien rescató posteriormente a Marcelo Ebrard de la caída camachista en 1994.

La entrega de la dirigencia del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) a quien hoy resulte el ganador o ganadora, representa el fin de una era dentro del movimiento de la izquierda democrática más importante para el país en la era moderna, pero también implicará responsabilidades extraordinarias.

El peso del bastón de mando

La persona elegida para suceder a López Obrador al frente del movimiento no tendrá sobre sus hombros únicamente la responsabilidad de retener la Presidencia de la República, vía el respaldo de los encuestados, sino continuar bajo su sello con el proyecto que da vida al obradorismo, la transformación de la vida pública del país, mediante una visión que da prioridad a los sectores históricamente desprotegidos y vulnerados: “arriba los de abajo, abajo los privilegios, por el bien de todos, primero los pobres”.

Una de las principales y más complejas tareas que debe enfrentar la persona que reciba “el bastón de mando” es asumir los compromisos hechos ante la ciudadanía por la Cuarta Transformación en boca del Presidente de la República, así como sus deudas y pendientes.

El abandono de las luchas comunales, de las mujeres, de las víctimas de desaparición y del desplazamiento forzoso a raíz de la violencia en algunas zonas del país, son parte de las responsabilidades que pesarán sobre la persona coordinadora de los comités en defensa de la 4T.

El riesgo de la judicialización

El excanciller mexicano, Marcelo Ebrard, ha sido uno de los principales críticos del proceso interno de Morena, pues a pesar de que las reglas de la contienda fueron casi dictadas por él, ha acusado reiteradamente que existen irregularidades, principalmente por el equipo que impulsa a Claudia Sheinbaum.

La tarde del pasado martes 5 de septiembre, los representantes de Marcelo Ebrard se reunieron a puerta cerrada, junto a los coordinadores de campaña y el propio excanciller. De acuerdo con algunas personas presentes en la reunión, Ebrard aceptará los resultados aún si estos no le favorecen, sin embargo, buscará apelar las presuntas irregularidades ante el Poder Judicial.

No es la primera vez que un proceso interno de Morena se judicializa, pues así ocurrió con la designación de la dirigencia nacional en 2020, cuando la entonces dirigente Yeidckol Polensky aplazó la convocatoria de la renovación de dirigencia y obligó al INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a intervenir.

Marcelo Ebrard parece seguir la estrategia de la entonces presidenta nacional de Morena, pues si sus quejas consiguen ser validadas, el proceso tendría que reponerse y, con ello, deslegitimar a Morena como partido político, incapaz de organizar sus procesos internos.