Desde el comienzo de la Revolución Mexicana y el llamado pacto de la embajada que volvió presidente a Victoriano Huerta el miedo de la intromisión extranjera en los asuntos nacionales ha sido una constante en la historia. Los conceptos de soberanía y autodeterminación se han tratado de posicionar como aislados de las relaciones internacionales y de lo que la política estadounidense clasifica como ‘seguridad nacional’.

En países de Latinoamérica como Chile o Argentina ha logrado documentarse de manera efectiva como el ‘Comando del Sur’ a través de la ‘Escuela de las Américas’ conglomeró a diversas organizaciones contrainsurgentes o abiertamente golpistas que ayudaron a los dictadores Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla a alcanzar el poder y conservarlo.

En México la historia sobre el control político no fue tan abierta pues uno de los sustentos ideológicos más fuertes del Partido Revolucionario Institucional fue el nacionalismo revolucionario que, al menos discursivamente, anteponía la soberanía nacional ante cualquier injerencia extranjera.

La cercanía con Estados Unidos propició que México se convirtiera en un país estratégico de la región para evitar la avanzada del bloque comunista y consolidar la hegemonía estadounidense. Ante el miedo de la influencia de la revolución cubana de 1959 las agencias de inteligencia norteamericanas desplegaron diversas operaciones y estrategías para controlar lo que sucedía en la política mexicana.

Los presidentes que trabajaron para la CIA

Una de las estrategías usadas por el gobierno estadounidense fue el control de la presidencia que en ‘colaboración’ con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) compartían información y coordinaban acciones en contra del comunismo. En fechas recientes documentos de la CIA fueron desclasificados y en ellos podemos encontrar nombres de expresidentes mexicanos que estuvieron al servicio de la agencia antes o durante su mandato presidencial.

Los documentos desclasificados pertenecen a Winston Scott quien fungió como director de la oficina de la CIA en México y documentó la relación que guardaban al menos tres presidentes mexicanos con la oficina de la agencia en México y al que posteriormente se sumaría un cuarto presidente con una segunda entrega de documentos.

Winston Scott reconoce a Adolfo López Mateos dentro de los ‘Agentes no pagados’ de la oficina. Adolfo sufrió durante su sexenio fuertes enfrentamientos con el gobierno norteamericano y empresas debido a la nacionalización de la industria eléctrica en 1960. Casi a un año de comenzar las disputas entre  países John F Kenedy declaró que no respaldaría a las empresas estadounidenses y respetaría la soberanía de México.

El segundo presidente mexicano que estuvo altamente involucrado con la oficina de la CIA y con Winston Scott fue Gustavo Díaz Ordáz quien había sido señalado por miembros del movimiento estudiantil de 1968 como un agente al servicio de intereses extranjeros. La participación de la CIA con el gobierno mexicano permitió y ayudó a que la represión estudiantil del 2 de octubre se llevara a cabo.

La CIA no sólo concentró al presidente dentro de sus agentes de interés que permitían el flujo de información y la preparación en torno del movimiento estudiantil y los movimientos sociales que lo antecedieron, también tuvieron dentro de sus filas de informantes a intelectuales como Octavio Paz o Elena Garro además de conseguir infiltrar las movilizaciones y hacer que personas dentro de los movimientos sociales sirvieran como informantes.

La operación a la que fue adscrito Adolfo López Mateos y subsecuente Gustavo Díaz Ordaz fue denominada ‘LITEMPO’ y a través de esta denominación el presidente mexicano Díaz Ordaz y su secretario de Gobernación Luis Echeverria cobraron servicios de inteligencia y espionaje por parte del gobierno norteamericano.

Luis Echeverria Álvarez había sido identificado desde hace algunas décadas como el tercer presidente mexicano que habría trabajado para la CIA antes y durante su mandato presidencial. Diversas investigaciones acerca de la actuación represiva del grupo ‘Halcones’ de la Dirección Federal de Seguridad demostraron que la capacitación en artes marciales y manejo de armas corrió a cargo de la CIA.

Luis Echeverria comenzó su relación con la Agencia Central de Inteligencia cuando fue designado como subsecretario de gobernación en el sexenio de Adolfo López Mateos y mantuvo dicha relación hasta terminar su sexenio en 1976.

José López Portillo es el presidente señalado de manera más reciente en la nómina de la CIA. López Portillo aparece en los documentos desclasificados de manera más reciente y se le sitúa en una reunión dos días antes de asumir la presidencia con los altos mandos de la oficina de la CIA en México. En su calidad como agente de control de enlace, cargo que requiere de realización de trabajo de campo, el entonces presidente electo se enteró de la desclasificación de documentos que involucran a sus antecesores.

López Portillo ocupó la dirección general de la Comisión Federal de Electricidad, dependencia creada por Adolfo López Mateos, y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público durante el sexenio de Luis Echeverria.

Los intelectuales

Dentro de los nombres más mencionados en los documentos de la CIA se encuentran el de Octavio Paz y Elena Garro aunque no cumplieron la misma misión ni la misma importancia. La CIA buscaba de manera desesperada conocer la relación del escritor mexicano con el Partido Comunista y si éste cumplía alguna función dentro de los grupos de especial interés para la Agencia.

La escritor y poeta, Elena Garro, sí aparece como informante acerca del caso de Octavio Paz en donde asegura que no tiene relación con el Partido Comunista. Acerca de ella se encontraron informes en los que devela información ‘exagerada y poco confiable’ acerca del movimiento estudiantil de 1968 así como del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

Dentro de los documentos de la CIA se encuentra un perfil de la escritora que puede ser considerado desproporcionado por parte de los agentes en el que la consideran ‘supremacista blanca, antisemita y antiindigena’ aunque la militancia en favor de las comunidades campesinas e indigenas de Garro desmiente la versión de la CIA.

La escritora fue considerada como ‘mitómana’ por los agentes de la CIA justo después de señalar que las historias de represión alrededor de la lucha campesina suenan increíbles por la manera en que siempre sale ilesa. Elena Garro relata a los agentes la violencia ejercida por Paz en diversas ocasiones sin embargo los agentes consideran falsas las historias y sentencian que Helena Paz Garro es controlada por la escritora.

Al momento se conoce, por el paso del tiempo y la desclasificación de documentos, que al menos cuatro presidentes de México el siglo pasado tuvieron relaciones laborales con la CIA antes o durante su mandato presidencial sin embargo la lista podría extenderse con el paso del tiempo y la liberación de información.