Aún sin saber con certeza qué fue lo que ocurrió con los cinco jóvenes desaparecidos el pasado fin de semana, luego de acudir a la feria de aquel municipio, las hipótesis generadas en torno al material visual filtrado a través de redes sociales darían cuenta de las cruentas formas en que los criminales ultiman a sus víctimas.
Ciertos medios de comunicación, aún sin confirmar la veracidad del material, no tuvieron reserva al momento de transmitir las imágenes de un video, en el que presuntamente, a uno de los cinco jóvenes se le instruye asesinar a sus amigos maniatados haciendo uso de diferentes instrumentos destinados a la tortura y a la muerte.
La exaltación de la violencia a través de la difusión de material con alto contenido sanguinario, en noticieros estelares de televisoras como TV Azteca y Grupo Imagen, indica una falta de empatía de los grandes consorcios informativos y de las autoridades con el dolor de las familias y con la memoria de las víctimas.
Esta exposición sin filtro de la violencia obliga a reflexionar sobre el impacto que tienen este tipo de imágenes en la colectividad. No se trata de la difusión con fines de sensibilizar sobre la brutalidad de la violencia criminal, sino de causar morbo y encaminar a las audiencias hacia la normalización de estos contenidos, cada vez más constante en redes sociales.
No existe una necesidad explícita de consumir este material cuando no se trabaja en temas de justicia, derechos humanos, periodismo, etc. Al conocer el relato de un hecho violento, no es necesario que la ciudadanía amplifique la violencia a la que ya fue expuesta narrativamente con la muestra gráfica de los hechos, salvo por quienes integran las fiscalías y el Poder Judicial.
Sergio Beltrán-García, arquitecto y activista de políticas del esclarecimiento de la verdad, la judicialización y la no-repetición de violaciones de derechos humanos, explica que esto constituye un modelo de trauma vicario.
Explica que este fenómeno se presenta como un problema real de salud mental, asociado a la hipermediatización de la violencia. Las personas que dedican su vida al activismo y la defensa de derechos humanos, y que constantemente deben consumir material delicado, son más propensas a este trauma, por lo que diversas ONG han implementado estrategias de mitigación para reducir este impacto psicológico.
También se le conoce como “tensión empática”, un estado de hartazgo ante el constante consumo de materiales delicados. El asunto es que la población en general no tiene acceso a estas estrategias de mitigación, por lo que su exposición a la violencia gráfica constituye una oportunidad perfecta para una eventual disociación de la sociedad sobre su realidad.
Es decir, la normalización por parte de medios de comunicación, pero también por parte de personajes y líderes de opinión en redes sociales desgasta la capacidad de empatía y pone en juego la salud mental de los consumidores.
Quizá los grandes medios corporativos apelan precisamente a crear condiciones de normalidad ante la exposición de imágenes degradantes y humillantes, qué además violan la dignidad, privacidad y memoria de las víctimas. Pero ante el clima imperante de violencia, no se puede recurrir a la desmemoria y la falta de empatía. Aunque Sergio Beltrán sabe que el video probablemente se compartirá, ha ofrecido algunas sugerencias para aquellos que trabajan o estudian con temas de violencia, derechos humanos y relacionados.
La primera recomendación es detenerse un momento antes de reproducir o abrir cualquier material y considerar si es realmente necesario consumirlo.
El investigador y activista aconseja no hacerlo en solitario ni a pantalla completa, y sugiere silenciar el audio para reducir el impacto emocional: “Esas imágenes no sólo revelan lo que está a cuadro: también colocan a quién las atestigua en la posición de quien las grabó. Esto facilita una identificación empática. Por respeto a las víctimas y a ti mismo: no hagas esa identificación con quienes perpetraron este horror”, puntualizó.