El acto político de Xóchitl Gálvez del pasado domingo 3 de septiembre en el Ángel de la Independencia pasó a segundo término. No por el escaso número de personas que acudieron a escuchar el reiterado mensaje de la candidata ungida por la cargada dirigencial. Tampoco por el contenido de sus palabras, vacías, reincidentes en la ocurrencia y el lugar común.
La aparición de Ceci Flores, fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, levantando su mano y dándole un abrazo a Xóchitl Gálvez en la entrega de la constancia que oficializó su imposición como virtual candidata presidencial de la oposición, se llevó los reflectores del acto.
Cabe preguntarse ¿por qué una víctima levantaría la mano de los responsables de iniciar la todavía muy presente conflagración que ha supuesto la muerte y desaparición de miles de personas desde 2006? Sobre todo, cuando entre sus propuestas se encuentra reivindicar “lo rescatable” del gobierno ligado al narco de Felipe Calderón, cuya mano derecha, responsable de la seguridad pública durante su gobierno, Genaro García Luna, hoy se encuentra procesado en EU por cinco cargos de narcotráfico.
¿Qué les ofrecerá Xóchitl Gálvez a las madres buscadoras, cuando el responsable de su estrategia de seguridad, en caso de ganar, sería nada más y nada menos que Francisco García Cabeza de Vaca, el exgobernador de Tamaulipas hoy prófugo de la justicia, y señalado por sus presuntos vínculos con el Cártel del Golfo.
Durante su gobierno, García Cabeza de Vaca convirtió al estado en una fosa clandestina. En días recientes trascendió que el colectivo “Amor por nuestros desaparecidos” encontró fosas clandestinas y un campo de exterminio en un rancho que presuntamente pertenece al exgobernador tamaulipeco, en el Ejido La Retama, de la ciudad de Reynosa.
Xóchitl Gálvez vende humo y lucra con el dolor de las víctimas, ante el vacío que, por otra parte, encuentran desde Palacio Nacional, donde se les ha negado una audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Muchas voces que comulgan con el oficialismo se apresuraron a cuestionar a la fundadora del Colectivo Madres Buscadoras de Sonora por el respaldo mostrado a Gálvez. Es preciso reflexionar quién es Ceci Flores y por qué debemos hablar de una de las voces más necesariamente disruptivas de este sexenio.
Portando permanentemente en el pecho a sus hijos Alejandro y Marco Antonio, con o sin la playera puesta que lleva impresos sus rostros, Ceci Patricia Flores Armenta se ha desvivido los últimos ocho años en la búsqueda de ambos.
Su historia como una de las máximas referentas de la lucha por la verdad y la justicia en México comienza en octubre de 2015, cuando su hijo Alejandro, con tan sólo 21 años, fue secuestrado por un grupo armado en Los Mochis, Sinaloa.
Tras cuatro años sin respuestas de ninguna autoridad, en 2019 Ceci decidió comenzar a buscar a su hijo por su propia cuenta. Ese mismo año, sus hijos Marco Antonio, de 31 años, y Jesús Adrián, de 13, fueron raptados por sujetos armados en Bahía Kino, en Hermosillo, Sonora. Jesús Adrián le fue devuelto poco tiempo después; no así Marco Antonio, quien ahora se sumaba a la desaparición de su hermano Alejandro.
Con dos pedazos de su vida ausentes, Ceci Flores fundó el “Colectivo de Madres Buscadoras” de Sonora, abocada junto con otras decenas de madres, a encontrar restos de personas que el crimen organizado siembra y que el Estado ha ignorado durante dos décadas, a costa de su salud, de su trabajo y de sus propias vidas, con la incertidumbre de saber si el próximo cuerpo será el de sus familiares.
“A veces nos toma hasta ocho horas encontrar a una persona. Y no nos cansamos, andamos por todo el monte camine y camine. Hay veces que no tomamos ni bebidas hidratantes; a veces no comemos por la desesperación que tenemos de encontrar a esa persona, de recuperarlo y traerla a casa”, relató Ceci en una entrevista.
La labor de las madres buscadoras es monumental. La falla de origen de su labor es que tendrían que ser las autoridades, Fiscalías y Ministerios Públicos, y no las víctimas indirectas de desaparición, quienes lleven a cabo labores de búsqueda tan peligrosas, valiéndose de herramientas, personal capacitado y del respaldo del Estado y sus cuerpos de seguridad, elementos con los que no cuentan los colectivos.
A su colectivo se han sumado poco más de 630 personas que buscan a sus familiares. Durante cuatro años han logrado localizar más de 400 cuerpos en fosas clandestinas y a 139 personas que fueron halladas con vida.
“Mi vida como madre buscadora es muy cansada, física y mentalmente. Todos los días me siento cansada porque después de que estoy buscando, atiendo las llamadas de las víctimas, los mensajes de más desaparecidos y pues tengo que atender ese llamado porque para eso estamos, estamos para apoyarnos. Hay veces que toda cansada y desvelada tengo que salir a otra búsqueda o manejar por horas para llegar a otro municipio donde me piden el apoyo”, detalló.
Ceci lleva a cabo a diario toda la labor de un funcionario, sin contar con un espacio adecuado de trabajo, ni los medios, y por supuesto, sin recibir un sueldo por su labor.
El jueves 15 de julio del 2021, Aranza Ramos fue ejecutada en Guaymas, Sonora. Formaba parte del colectivo de Ceci, al que se unió para buscar a su esposo, Brayan Omar Celaya, desaparecido desde el 6 de diciembre de 2020.
Ceci cuenta que las noches siguientes al feminicidio de Aranza, comenzó a recibir amenazas a través de un perfil falso de Facebook que le advertía que ella sería “la siguiente”.
Pese a haber levantado una denuncia en noviembre de 2022 por dichas amenazas contra ella y contra otras madres del colectivo, aunque no han encontrado respuestas de las autoridades.
En diciembre pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador se comprometió a garantizar la seguridad de la madre buscadora, y solicitó al gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, atender directamente a la activista. No obstante, Ceci sigue sintiéndose desprotegida.
“Sigo siendo amenazada, estoy siendo torturada psicológicamente por personas que, no sé, desconozco quienes sean y no voy a decir que es un cártel o una autoridad porque no sé de dónde vienen las amenazas que cada vez han sido más fuertes”, expresó en un video compartido en redes sociales el pasado 29 de mayo.
Ante las reiteradas amenazas, pero también frente al lento avance en la materia, Ceci Flores y su colectivo han buscado que el presidente Andrés Manuel López Obrador las reciba en Palacio Nacional, tal como recibió a la abuela Buscadora de Argentina, Estela Carlotto, presidenta del colectivo Abuelas de Plaza de Mayo, y así poder exponerle sus demandas y preocupaciones.
“Hoy el Presidente recibió en su conferencia a una madre buscadora… pero de Argentina. Mi admiración y solidaridad para ella. Le quiero pedir al presidente López Obrador que por favor me reciba en su mañanera, para contarle el dolor que se vive aquí, en el México que gobierna”, posteó el 21 de julio.
Al respecto, el Presidente retomó el tema.
“Es que hay ese propósito manipulador. Lo importante es que ayudemos a la búsqueda de desaparecidos. Lo demás es politiquería e interés”, respondió a la solicitud de Ceci, argumentando que su gobierno “no ha quedado a deberle” a las madres buscadoras.
Ante ello, Ceci invitó al Presidente a sumarse a una jornada de búsqueda: “Si las Madres Buscadoras le pedimos una reunión con usted, no tiene nada que ver con politiquería ni publicidad”.
Apelando a la sensibilidad y proximidad de AMLO con sectores populares, cabría suponer una respuesta de mayor apertura hacia un sector lastimado y que se desgasta día con día ante los ojos apáticos de toda una sociedad.
Se da por hecho que el actual gobierno ha hecho lo que ninguno por las víctimas de desaparición, pues el punto de partida fue cero; no hubo acción del Estado que precediera a este gobierno, por lo que cualquier acción puede calificarse como irruptiva, cuando la realidad exige un trabajo titánico y a funcionarios comprometidos con las víctimas, tras años de abandono.
El encuentro de Ceci con Xóchitl Gálvez puede entenderse como la respuesta a la indolencia que no encaja con un gobierno autodefinido como de izquierda. La soberbia para hacer frente a demandas legítimas, pero necesariamente disidentes y fuertes, está cobrando factura, alejando al menos a un sector de los colectivos hacia un lugar donde se les vende humo y discursos vacíos, emanados de los propios responsables de la debacle social que comenzó con la guerra contra el narco de Felipe Calderón, y que Xóchitl Gálvez Ruiz plantea retomar siguiendo los mismos pasos.
La responsabilidad de quien encabece la candidatura presidencial de Morena será enorme si quiere revertir el desastre causado por el desdén hacia el dolor. No se puede dejar en el abandono a las madres buscadoras; al contrario, se debe salir de la propia contradicción y asumir el compromiso total de actuar con inteligencia, estrategia y humanismo en la búsqueda por la verdad y la justicia.
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