Por primera vez en toda su historia como partido político, el PRI abandonó a su propia abanderada para postular la candidatura presidencial de la panista sin credencial, Xóchitl Gálvez.
En una jornada inédita, aunque previsible para el priismo, el dirigente nacional Alejandro Moreno, arropado por las dirigencias locales de los 32 estados, en su mayoría hombres, bajó de la contienda a la aspirante de su partido, la senadora Beatriz Paredes, sin que la misma se encontrara presente durante el acto frente a los medios de comunicación.
Antes de hacerlo, “Alito” dejó claro que existen diferencias entre el Frente Amplio y Morena, pues “nosotros tenemos mujeres y hombres comprometidos, que tienen la capacidad para llevar adelante la construcción del Frente”.
“Hemos hecho todo lo posible para que este proceso no sólo sea una novedad, sino que se convierta en los cimientos de una nueva forma de hacer política con los ciudadanos, como debe hacerlo cualquier democracia.”, añadió. Sin embargo, el mayor instrumento de participación ciudadana llegaría hasta el próximo domingo, cuando tres millones de personas tenían la posibilidad de elegir entre dos candidaturas y fueron abiertamente burladas, por no decir traicionadas.
La decisión del PRI, además de dar un frenón en seco a la influencia ciudadana en el Frente Amplio, confirma que la prematura revelación de los resultados de la encuesta levantada por el Comité Organizador tenía por intención allanar el camino para el mensaje de Alejandro Moreno, quien estaba muy apresurado por entregarle las bases y estructuras del PRI a Acción Nacional y a Gálvez.
“Beatriz Paredes es un referente, líder, elocuente, congruente, sagaz y muy combativa”, dijo Moreno durante la conferencia, aún sin mencionar explícitamente para este punto de la rueda que el PRI iba abiertamente con Xóchitl. La cargada madre de todas las cargadas.
Enseguida, el líder tricolor soltó la daga: “Estoy convencido que su acompañamiento en las tareas del Frente Amplio por México seguirá siendo de la mayor relevancia para alcanzar nuestros objetivos”.
Con ello, “Alito” señaló que con base en la información que su propio partido recabó, además de los datos públicos y la encuesta revelada este miércoles 30 de agosto, la decisión del PRI es apostarle al “perfil más competitivo”, que cuente con con el respaldo de PRI, PAN y PRD.
El acto recordó la candidatura única de José López Portillo en 1976. Ahora, una simulación a favor de Xóchitl Gálvez, disfrazada durante tres meses de un proceso que convocó y tuvo respuesta de un buen sector ciudadano, que ciertamente creyó -esto tampoco hay forma de comprobarlo- que representaba una alternativa real frente al oficialismo, a través de vías democráticas.
“Somos inteligentes y claros”, alardeó Moreno. Cabe cuestionar si hay inteligencia política en poner freno a un proceso cuya marcha daba credibilidad a todo el proceso de selección.
Sobre todo, cuando desde el poder, un lobo de la política, como lo es AMLO, dictó y predijo cada paso de la simulación revestida de proceso de elección.
Beatriz Paredes le brindaba esa credibilidad a Xóchitl, quien a partir de ahora no podrá arrancarse la etiqueta de la candidata impuesta por los tres dirigentes partidistas y por Claudio X. Gónzález, el hombre que moldea la masa del Frente.
“Buscamos privilegiar la unidad, reducir el desgaste político y alistar un proyecto para todas y todos los mexicanos”, añadió Moreno a sus justificaciones, como sugiriendo que todo aquel proceso era, de origen, innecesario para los intereses de las cúpulas y sus acuerdos previos.
Lo que ante los medios de comunicación y frente a la ciudadanía se vendió como “un ejercicio democrático inédito”, terminó por ser un acto falsario.
“Alito” cerró su discurso, leído de principio a fin, asegurando que “el PRI jamás, nunca ha sido ni será un factor de división”, al tiempo que rompía el acuerdo con los ciudadanos.
Este miércoles será recordado como un día inédito para el PRI, que tuvo la oportunidad de marcar un punto de referencia en el Frente Amplio mediante la experimentada figura y participación de Beatriz Paredes, pero decidió retroceder hasta el portillismo, un momento que más adelante marcó el punto de quiebre del priismo hegemónico, abriendo paso a una nueva participación política a finales de los 70.
El partido que nació en 1929, incrustado en el poder y no para conseguirlo, hoy oficializa su acta de defunción simbólica, con un presidente fiel a su naturaleza traicionera y que encontró en Beatriz Paredes la comparsa ideal, pues hace tan sólo tres días había alardeado: “Estamos cambiando la forma de hacer política (…) venimos a reformar el poder”.
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